Decepción, frustración, tristeza y no sé que otros ni cuantos sentimientos similares estuvieron presentes...
Primero, el Estadio Azteca se convirtió en una sucursal del Estadio Jalisco. Durante el trayecto al estadio, no había más que playeras chivas y motivos rojiblancos; desde mi humilde localidad hasta la llegada por Tlalpan había seguidores de Guadalajara; incluso, hubo aficionados, los más osados, quienes retaron a la autoridad, pasaron por encima de las disposiciones vigentes de la Federación y llegaron unidos como "barra", bloqueando la lateral de dicha avenida, ante la desesperación de los automovilistas. Que hubieran entrado como "barra" o "porra", al final no importó, todo el Estadio era de las Chivas...
La llegada y la estancia en el Estadio no cambió para nada. Compramos los boletos y nos tocó en cabecera, pensé: "Creo que son en la cabecera visitante, la de las Chivas, a ver si no me va mal..." ¡Qué iluso fui! ¡Dejar sólo en aquella cabecera a los aficionados chivas, era una tontería, el Azteca debería tener una altura 5 o 6 veces mayor, para que así fuera!
Entramos y el sol pegaba de frente, improvisé algo para taparme la cara con un vaso de cartón. Las cervezas comenzaban a venderse dentro de 45 minutos. ¡Uff! Empezaba a sentir la incomodidad. Primero el sol y después los aficionados. Poco a poco se llenaba el estadio. Los primeros gritos de apoyo surgían, "¡Potros!" exclamaba con fuerza con la complicidad del sonido local; la concurrencia chiva respondía tal cual se tratara de una ofensa. Inevitablemente, su voz era más fuerte. Aun así, apoyaba, gritaba, me ponía de pie, alardeaba, tenía esperanza... Escuché una voz que me decía: "¡Ya siéntate!", quería creer que era mi conciencia advirtiéndome. Pero no, era un "chiva". Volteé gritándole que me viniera a sentar. Sonreí nerviosamente.
Pasó el tiempo, el partido estaba a punto de iniciar. Desde la cantidad de aficionados, Guadalajara ya iba goleando, en las alineaciones, la voz del Estadio sólo fue una. "¡Chivas! ¡Chivas! ¡Chivas!"
Inició el partido, el Atlante dio los primeros toques antes de que el destino nos alcanzara. Tristemente aficionados y jugadores, estaban pasmados, incrédulos, temerosos. ¡Nunca habían sentido la verdadera grandeza de este coloso! Era una inmensidad diferente, no la de cada 15 días, la visión nublada de las tribunas desoladas no era la misma, había algo diferente... ¡Asi es, había personas, pero no apoyando a los azulgranas! Lamentable, pero real.
Cayó el primer gol. "Un doble remate en el área siempre termina en gol", dicen los que saben. Tiro de esquina, desvían con la cabeza, remata de media chilena, ¡Gol!, se inaguraba el marcador.
Después el segundo y la esperanza se desvanecía. Por la avenida "Robles y Rergis" se metía un "Venado". ¿Tiró o centró? No importa hay que sacar el balón del fondo de las redes. Dos a cero, sólo diez minutos han pasado. Ese marcador es suficiente, creo que el árbitro puede terminar el partido ahora. Los atlantistas intentaban pero no conseguían nada, había jugadores desaparecidos. Si jugaramos con ocho se podría entender, pero no era lo que sucedía. El tercer gol marcaba el rumbo definitivo del partido. Defensa desordenada, gol seguro. Un centro al área, un "Bravo" remate de contorsionista, las redes se estremecían nuevamente. Lo mejor era ir a descansar, ordenar las ideas, las piezas. El Azteca se entregaba a Guadalajara.
Empezó el segundo tiempo. Los cambios azulgranas se daban en busca de encontrar futbol o por lo menos animar al equipo. Intentos fallidos, esperando más que cualquier cosa, que el tiempo transcurriera. Esto está decidido, Chivas a seguir entregándose a su público y Atlante contribuyendo para el lucimiento de Guadalajara. Todo fue trámite. Alegría desbordada en los aficionados chivas; tristeza, simple tristeza en la poca pero leal y valiente afición azulgrana. Terminó el encuentro. Entrega total, los jugadores dan el reconocimiento a la tribuna y se van.
¡Aguanta! ¡Aguanta! ¡Aguanta las burlas! Ya ni llorar es bueno. Perdiste, pero sólo es una batalla, continúa la guerra y espero que sigas adelante, que aún queda un largo camino por recorrer. Sólo queda reconocer, tambíen es de hombres reconocer que fuiste vencido por alguien mejor que tu.
Debes aceptar la derrota más no debes vivir con ella.
Primero, el Estadio Azteca se convirtió en una sucursal del Estadio Jalisco. Durante el trayecto al estadio, no había más que playeras chivas y motivos rojiblancos; desde mi humilde localidad hasta la llegada por Tlalpan había seguidores de Guadalajara; incluso, hubo aficionados, los más osados, quienes retaron a la autoridad, pasaron por encima de las disposiciones vigentes de la Federación y llegaron unidos como "barra", bloqueando la lateral de dicha avenida, ante la desesperación de los automovilistas. Que hubieran entrado como "barra" o "porra", al final no importó, todo el Estadio era de las Chivas...
La llegada y la estancia en el Estadio no cambió para nada. Compramos los boletos y nos tocó en cabecera, pensé: "Creo que son en la cabecera visitante, la de las Chivas, a ver si no me va mal..." ¡Qué iluso fui! ¡Dejar sólo en aquella cabecera a los aficionados chivas, era una tontería, el Azteca debería tener una altura 5 o 6 veces mayor, para que así fuera!
Entramos y el sol pegaba de frente, improvisé algo para taparme la cara con un vaso de cartón. Las cervezas comenzaban a venderse dentro de 45 minutos. ¡Uff! Empezaba a sentir la incomodidad. Primero el sol y después los aficionados. Poco a poco se llenaba el estadio. Los primeros gritos de apoyo surgían, "¡Potros!" exclamaba con fuerza con la complicidad del sonido local; la concurrencia chiva respondía tal cual se tratara de una ofensa. Inevitablemente, su voz era más fuerte. Aun así, apoyaba, gritaba, me ponía de pie, alardeaba, tenía esperanza... Escuché una voz que me decía: "¡Ya siéntate!", quería creer que era mi conciencia advirtiéndome. Pero no, era un "chiva". Volteé gritándole que me viniera a sentar. Sonreí nerviosamente.
Pasó el tiempo, el partido estaba a punto de iniciar. Desde la cantidad de aficionados, Guadalajara ya iba goleando, en las alineaciones, la voz del Estadio sólo fue una. "¡Chivas! ¡Chivas! ¡Chivas!"
Inició el partido, el Atlante dio los primeros toques antes de que el destino nos alcanzara. Tristemente aficionados y jugadores, estaban pasmados, incrédulos, temerosos. ¡Nunca habían sentido la verdadera grandeza de este coloso! Era una inmensidad diferente, no la de cada 15 días, la visión nublada de las tribunas desoladas no era la misma, había algo diferente... ¡Asi es, había personas, pero no apoyando a los azulgranas! Lamentable, pero real.
Cayó el primer gol. "Un doble remate en el área siempre termina en gol", dicen los que saben. Tiro de esquina, desvían con la cabeza, remata de media chilena, ¡Gol!, se inaguraba el marcador.
Después el segundo y la esperanza se desvanecía. Por la avenida "Robles y Rergis" se metía un "Venado". ¿Tiró o centró? No importa hay que sacar el balón del fondo de las redes. Dos a cero, sólo diez minutos han pasado. Ese marcador es suficiente, creo que el árbitro puede terminar el partido ahora. Los atlantistas intentaban pero no conseguían nada, había jugadores desaparecidos. Si jugaramos con ocho se podría entender, pero no era lo que sucedía. El tercer gol marcaba el rumbo definitivo del partido. Defensa desordenada, gol seguro. Un centro al área, un "Bravo" remate de contorsionista, las redes se estremecían nuevamente. Lo mejor era ir a descansar, ordenar las ideas, las piezas. El Azteca se entregaba a Guadalajara.
Empezó el segundo tiempo. Los cambios azulgranas se daban en busca de encontrar futbol o por lo menos animar al equipo. Intentos fallidos, esperando más que cualquier cosa, que el tiempo transcurriera. Esto está decidido, Chivas a seguir entregándose a su público y Atlante contribuyendo para el lucimiento de Guadalajara. Todo fue trámite. Alegría desbordada en los aficionados chivas; tristeza, simple tristeza en la poca pero leal y valiente afición azulgrana. Terminó el encuentro. Entrega total, los jugadores dan el reconocimiento a la tribuna y se van.
¡Aguanta! ¡Aguanta! ¡Aguanta las burlas! Ya ni llorar es bueno. Perdiste, pero sólo es una batalla, continúa la guerra y espero que sigas adelante, que aún queda un largo camino por recorrer. Sólo queda reconocer, tambíen es de hombres reconocer que fuiste vencido por alguien mejor que tu.
Debes aceptar la derrota más no debes vivir con ella.
"La grandeza del Estadio Azteca robada por la inmensidad de la afición chiva..."
1 comentario:
Muy buen comentario, muy profundo, sacado desde el origen de la vergüenza deportiva; la crónica es muy fluida y el remate es la neta!!!
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